Acercando otras lenguas
No son muchos aún, los estudios sobre las mujeres que a lo largo de la historia se han dedicado a la traducción. En algunos casos, la investigación afronta la dificultad de rastrear las huellas de ese trabajo, ya que, las mujeres, en numerosas ocasiones y no solo en el ámbito de la traducción, han utilizado seudónimos masculinos para esconder su verdadera identidad e incluso, el hecho de haber trabajado vinculadas a una figura masculina que las ha eclipsado, llega a hacer imposible la delimitación del alcance de su trabajo.
En un principio, encontramos ejemplos de mujeres dedicadas a la traducción desde un entorno familiar y social que permitió su formación y educación, aunque no siempre de manera reglada y reconocida, tal y como sí lo hacían los hombres. En algunos casos, ese entorno facilitó el conocimiento de diferentes lenguas debido a estancias en distintos países, circunstancia que les abrió el camino hacia el oficio. A este grupo pertenecen los ejemplos aquí representados por las traducciones de Madame Dacier o Josefa Amar y Borbón.
A medida que avanza el tiempo y nos acercamos al siglo XX, la incorporación de la mujer al sistema educativo y el auge de la prensa, provocaron un aumento significativo del número de mujeres traductoras procedentes de distintos estratos sociales, como es el caso de Joaquina García Balmaseda.