La imagen con nombre propio
El camino de acceso de las mujeres al mundo de la cultura y los oficios que de ella se derivan dependió durante muchos siglos, en gran medida, de un entorno familiar privilegiado y culto en el que ellas pudieran participar de la educación como un miembro más de la familia. Esta circunstancia es mucho más visible en el caso de las ilustradoras.
Procedentes de familias que tradicionalmente se habían dedicado al oficio del grabado, su formación en esta disciplina artística venía dada por el vínculo con el taller familiar, como así lo atestiguan los casos de María Eugenia de Beer, Luisa Morales y Ana Heylan.
Hijas de grabadores consagrados, algunos llegados del norte de Europa como Cornelio de Beer y Francisco Heylan, o de reconocidos pintores como Juan Valdés Leal en el caso de Luisa Morales, no solo se formaron y conocieron el oficio, sino que lo pudieron desarrollar, mostrando sus habilidades y conocimientos como cualquier artista y participando en algunos de los libros ilustrados más importantes de su época. Su firma en los trabajos realizados ha permitido que su huella no quede silenciada entre los trabajos de los talleres familiares.