La palabra y el alma
Durante los siglos XVI y XVII, los llamados Siglos de Oro de la literatura española, se desarrolló una importante literatura conventual. Muchas mujeres encontraron en los conventos el refugio perfecto para desarrollar sus inquietudes literarias.
Principalmente en España, surgió una generación de escritoras místicas, encabezadas por Santa Teresa de Jesús, que alcanzaron una fuerza poética no lograda en ninguna otra literatura. De la pluma de María de la Antigua, Sor Jerónima de la Asunción o Luisa de Carvajal, entre otras, salieron bellísimos poemas líricos que expresan los sentimientos más exquisitos.
Sus escritos se consideraban fruto de la inspiración divina, lo cual no impidió que la Inquisición actuara sobre alguna de ellas, pues la pasión mística era fácil de confundir con la herejía. La propia Santa Teresa fue vigilada muy de cerca por el Santo Oficio y las obras de Hipólita de Jesús Rocaberti fueron objeto de varios decretos inquisitoriales de prohibición.
Pero no solo de éxtasis y revelaciones se escribía en los conventos, así María de Jesús de Ágreda fue consejera del rey Felipe IV y mantuvo con el monarca una correspondencia en la que este le consultaba desde asuntos familiares hasta las tareas más arduas del estado.
Isabel de Borbón-Parma, infanta de España y archiduquesa de Austria, aunque nunca tomó los hábitos, era muy instruida y gran lectora de libros místicos. Además de un pequeño tratado de naturaleza filosófica, escribió en francés “Meditaciones christianas para un retiro espiritual” dedicadas a su hermana María Luisa de Parma, reina consorte de Carlos IV, que las mandó imprimir en 1794.