Maestras de la imprenta
Buenos tiempos corrieron para el libro en la España del siglo XVIII. Además del importante desarrollo cultural que se produjo con la proliferación de centros universitarios, academias o las llamadas sociedades económicas de amigos del país, donde el libro era un protagonista esencial, su aspecto formal también mejoró considerablemente gracias a la calidad del papel y las tintas, la renovación de los tipos o la belleza de las ilustraciones.
Las mujeres impresoras también contribuyeron a este desarrollo al tiempo que, movidas por las ideas ilustradas, buscaban su hueco en la sociedad llegando incluso a acceder a la Real Compañía de Impresores y Libreros de Madrid fundada por Carlos III. Es el caso de María Ángela Gali, que además de impresora fue librera. También hemos querido destacar el trabajo de Teresa Pou, viuda de Joan Piferrer y una de las mujeres que trabajaron en los talleres de esta destacada saga de impresores, María Teresa Vendrell, que imprimió tipografías cursivas y redondas, todo un avance para la época o Manuela Contera, viuda del prestigioso impresor Joaquín Ibarra, con la que no disminuyó ni un ápice la calidad de las obras salidas de sus prensas.
Durante el siglo XIX el nacimiento de los primeros movimientos feministas hizo que en países como Estados Unidos y Gran Bretaña, no sin cierta oposición, se comenzaran a diseñar proyectos de formación de mujeres en el oficio de la imprenta, lo que llevó a algunas a fundar sus propios negocios. Esto contrasta con la situación en España donde se sigue apreciando que aquéllas que se dedicaron a esta profesión, lo hicieron por continuar con el negocio familiar, dándose incluso la circunstancia de que en estos años desconocemos los nombres de la mayoría de ellas.
En definitiva, es innegable la aportación que hicieron las mujeres al oficio de la imprenta, un invento que consiguió revolucionar la historia de la humanidad, revolución de la que ellas también fueron responsables.